El amor según Platón. ( El banquete).



¿Te
has sentido enamorado alguna vez?, ¿sabes qué es el amor platónico?, conoce un poco:


Todos nos hemos sentido enamorados, y en algún momento de nuestras vidas nos hemos preguntado ¿ qué es el amor?. No solo esto aparece cuando nos invade aquél gran sentimiento, pues llega con el el sufrimiento, las alegrías y otros momentos que se debate el ser humano desde hace muchos años. Hace dos mil años -aproximadamente-  Arístocles de Atenas, conocido con los años como " Platón",  desarrolló la tesis del amor y dejó prueba física de este en su obra titulada " El banquete".

En su libro encontramos que Apolodoro y Glaucón se encuentran por las calles de Atenas. El segundo de ellos cuenta a su amigo el discurso de cada uno de los participantes en el banquete que Agatón celebró por el triunfo de su obra. El relato comienza cuando Aristodemo se encuentra con Sócrates, quien le informa que hay una fiesta en casa de Agatón y que debe ir, que no le importará que asista. Juntos, se dirigen hacia la casa de Agatón y allí Sócrates -con su comportamiento característico- decide quedarse fuera de la casa unos momentos reflexionando él solo. Así pues, entra Aristodemo y entabla conversación con los demás. Una vez entra en casa Sócrates -el anfitrión-, Agatón decide -como era costumbre- realizar el simposio del banquete, charla entre amigos donde se exponen ideas. Agatón -como anfitrión- decide proponer como tema el alabar a Eros (diosa del amor), por lo cual cada uno de los asistentes, dado el siguiente orden, expone su discurso:

1. Fedro. En su discurso comenzó afirmando que Eros es un dios grande y admirable entre los hombres y dioses, por muchas razones, pero fundamentalmente por su origen”. Para Fedro, Eros es el dios más antiguo ya que no consta que tenga padres y además de ser el más antiguo, es quien causa, a los humanos, los mejores bienes. Según él, un enamorado preferiría que el mundo entero lo viese fracasar en algo antes que la persona a la que ama; de esta manera, Eros proporciona el vigor de los héroes a los enamorados siendo así algo innato en ellos. Además, los demás dioses recompensarían esta virtud: es el caso de Orfeo y Eurídice. Orfeo demuestra su amor por ella y le conceden una segunda oportunidad para recuperarla. Con lo que Fedro concluye que Eros es el dios más eficaz para ayudar a los hombres a adquirir la felicidad.

2. Pausanias, a continuación, le rebate a Fedro su alabanza y la complementa con lo siguiente: Para Pausanias Eros, no es solo uno, por tanto la alabanza tendría que ser en todo caso a los dos Eros existentes, haciendo después especial hincapié en el Eros correcto. Según él, todos saben que Eros no existe sin Afrodita, por consiguiente como hay dos Afroditas, es lógico que haya dos Eros, cada uno asociado a su afrodita. Por un lado estaría Afrodita Urania, hija de Urano, la más antigua y sin madre, y por otro la hija de Zeus y Dione, Afrodita Pandemo. La primera representaría el amor puro, mientras que la otra el carnal. Por tanto debido a esta división, tendríamos un Eros Uranio y un Eros Pandemo. Pausanias opina que a quién de verdad le hay que hacer la alabanza es a Eros Uranio, ya que el otro es demasiado vulgar y es éste el amor con que aman hombres ordinarios.

Con esta división establece por tanto “dos tipos de amor” el primero, el real, el puro, el amor con el que aman los muchachos como el dice, el amor que hace entregarse del todo por aquello que queremos alcanzar. Mientras que el segundo sería un amor vulgar, un amor por el cual tanto hombres como mujeres aman primero los cuerpos de sus amados antes que sus almas y son estas personas las que aman a las personas menos inteligentes que puedan encontrar a su alrededor, ya que solo persiguen un objetivo y no les importa la manera de conseguirlo. Creo que no hace falta decir cuál es ese objetivo si antes dije que este amor corresponde al carnal. De ahí que su alabanza sea dirigida al Eros Uranio, causante del amor bello, y no al Eros Pandemo, al “vulgar” causante del resto de amores.

3. Erixímaco ( El médico), el cuál le da la razón a Pausanias de su doble Eros, pero decide enfocar su teoría añadiendo temas médicos al amor. De forma resumida, Erixímaco establece un amor que radique en lo sano y uno que radique en lo enfermo. Con este personaje, durante su alabanza se refleja al final la idea platónica de que en el mundo de las ideas existe una supremacía de la idea del Bien sobre todo lo demás. Erixímaco dice que aquel que conoce el bien y la justicia, es aquel que tiene mayor poder y será más feliz, lo que deriva en que podamos relacionarnos y ser amigos unos de otros.

Prosigue Aristófanes, quien desarrolla un mito, conocido como “el mito de la media naranja”. Al principio de todo, existían tres sexos, masculino, femenino y, común a ellos, un desaparecido, el llamado andrógino. El andrógino era un ser con cuatro brazos, cuatro piernas… Además la figura de cada individuo era esférica… estos seres se caracterizaban por su fuerza, vigor y gran arrogancia, y como se veían poderosos se rebelaron contra los dioses. Los dioses no sabían qué hacer con ellos, ya que no los podían aniquilar ni los podían dejar como estaban, por tanto Zeus decidió, dividirlos a la mitad, siendo así más débiles y más útiles al haber aumentado su número. Caminarían con dos piernas en vez de con cuatro, le dieron la vuelta a sus rostros… así pues, una vez hecha la división, cada parte echaba de menos a su correspondiente y se reunía con ella y se abrazaban, anhelando ser una sola, y se morían al no querer hacer nada separados. Zeus trasladó sus miembros de acuerdo que, mediante sus “abrazos” pudiesen concebir una nueva criatura a través de lo masculino y femenino, y si era entre ambos sexos al menos que hubiese plenitud de contacto. Así pues se explica con este mito lo que es el amor, cómo cuando se tropieza una mitad con su correspondiente mitad, tanto uno como otro siente una maravillosa sensación de amistad, afinidad y amor. Por tanto amor sería ese anhelo de aquello que nos complementa, nuestra otra parte. Y concluye su discurso con que nuestra raza solo podría llegar a ser feliz si llevásemos a su culminación el amor y cada uno encontrase a su propio amado. Un amado con nuestro mismo carácter y es Eros el causante de que dos personas con caracteres parecidos se unan. Se puede pensar que aquí en su discurso Aristófanes, también hace referencia al amor homosexual, considerado algo completamente normal en aquella época.

4. El antepenúltimo ponente es Agatón el cual realiza una descripción de Eros tanto física como de su comportamiento y características en una mayor medida.

5. Sócrates a continuación comienza haciendo ver a Agatón que su discurso presentaba errores y contradicciones y además les cuenta una conversación que Sócrates de joven mantuvo con Diotima, una mujer sabia que le enseñó todo aquello que él sabe sobre el amor. Sócrates les cuenta cómo él piensa (gracias a Diotima) que Eros no es un dios ni un humano sino que es ese espíritu que nos hace sacar a la luz nuestras ideas, lo que conocemos como “daimon”. Su origen, de ahí que se le considere como un daimon, es que sus padres son un dios, por tanto sería elegante, limpio, rico en sabiduría y una humana, pobre y sucia, que se aprovecha de ese dios para tener un hijo. De esta manera Eros, representaría el deseo de aquello deseado, lo bueno, lo bello… Para Sócrates, lo que nos falta a los humanos es un inicio al amor… que comienza cuando de jóvenes nos enamoramos de cuerpos bellos y terminamos enamorándonos a medida que crecemos no de los cuerpos sino de las almas, debido a que ya conocemos la idea de belleza. Hasta conseguir alcanzar la idea de bien. Por tanto su conclusión es que debido a esa falta de deseo que representa Eros, buscamos aquello que llene eso que nos falta.

Por último, aparece Alcibíades, borracho, que hace un elogio a Sócrates. Habla en primera persona y cuenta que Sócrates, no es un hombre con gran belleza exterior, pero por el contrario es un hombre que en belleza interior superaría a los demás, con gran poder para seducir con sus palabras. Un hombre algo extraño y extravagante.

Asimilemos la lectura:


En primera instancia podremos aceptar que cada ser humano experimenta desde su infancia el cariño por un ser superior. Aquí encontramos a nuestros abuelos, padres, profesores, entre otros seres que se presentan como una figura de excelencia, la cual queremos alcanzar.

Aceptando lo anterior y  retomando el texto, encontramos que todo sentimiento de amor parte de Eros, pero es el ser humano un amante desde sus principios, y es esto lo que da muestra de que se quiere lo anhelado; es decir un  gusto y respeto por lo admirado.

El amor como un producto del ser, abre el camino para observar que el amor ha sido enfocado en el camino de la procreación, pues deseamos lo que carecemos, sentimos hacia lo que nos es inalcanzable, y es así como al final, -si logramos obtenerlo- sentimos la felicidad.

Hasta este momento el paso de los años nos introduce en el Eros Pandemo, quien se enfoca en lo exterior y lo visual como producto del gusto y llamado amor –falso hasta el momento-. Pero llega con el tiempo una carencia hacia el gusto superficial, donde la importancia toma el camino de “ lo interior”, o del “ el alma” como lo llamaban nuestros antiguos. Es aquí donde despierta el Eros afrodita, parte realmente importante por su belleza, donde se entiende la realidad del amor, la cual nace desde el conocimiento y se une con la sensibilidad, el sentir placer, la felicidad, e igualmente el pasar momentos preocupantes o de tristeza.

Es este el momento en que descubrimos el amor verdadero, el cual se llena del conocimiento adquirido, donde el “vacío” nombrado por Platón, se empieza a llenar con el amor por los cuerpos, momento experimentado como uno más hasta llegar a edades maduras, donde aprendemos que el amor se  alimenta de las almas, al descubrir que lo importante del él es llegar a lo planteado por Fedro; describir y alcanzar la felicidad.

Cita del texto:
 “Pero voy a dejarte por ahora y os contaré el discurso sobre Eros que oí un día de labios de una mujer de Manti­nea, Diotima, que era sabia en éstas y otras muchas cosas. Así, por ejemplo, en cierta ocasión consiguió para los ate­nienses, al haber hecho un sacrificio por la peste, un apla­zamiento de diez años de la epidemia . Ella fue, precisa­mente, la que me enseñó también las cosas del amor. In­tentaré, pues, exponeros, yo mismo por mi.cuenta, en la medida en que pueda y partiendo de lo acordado entre Agatón y yo, el discurso que pronunció aquella mujer. En consecuencia, es preciso, Agatón, como tú explicaste, des­cribir primero a Eros mismo, quién es y cuál es su natura­leza, y exponer después sus obras. Me parece, por consi­guiente, que lo más fácil es hacer la exposición como en aquella ocasión procedió la extranjera cuando iba interro­gándome. Pues poco más o menos también yo le decía lo mismo que Agatón ahora a mí: que Eros era un gran dios y que lo era de las cosas bellas. Pero ella me refutaba con los mismos argumentos que yo a él: que, según mis pro­pias palabras, no era ni bello ni bueno.
-¿Cómo dices, Diotima? -le dije yo-. ¿Entonces Eros es feo y malo?
-Habla mejor -dijo ella-. ¿Crees que lo que no sea bello necesariamente habrá de ser feo?
-Exactamente.
-¿Y lo que no sea sabio, ignorante? ¿No te has dado cuenta de que hay algo intermedio entre la sabiduría y la ignorancia?
-¿Qué es ello?
-¿No sabes -dijo- que el opinar rectamente, incluso sin poder dar razón de ello, no es ni saber, pues una cosa de la que no se puede dar razón no podría ser conocimien to, ni tampoco ignorancia, pues lo que posee realidad no puede ser ignorancia? La recta opinión es, pues, algo así como una cosa intermedia entre el conocimiento y la ignorancia.
-Tienes razón -dije yo.
-No pretendas, por tanto, que lo que no es bello sea necesariamente feo, ni lo que no es bueno, malo. Y así también respecto a Eros, puesto que tú mismo estás de acuerdo en que no es ni bueno ni bello, no creas tampoco que ha de ser feo y malo, sino algo intermedio, dijo, entre estos dos.
-Sin embargo -dije yo-, se reconoce por todos que es un gran dios.
-¿Te refieres -dijo ella- a todos los que no saben o también a los que saben?
-Absolutamente a todos, por supuesto.
Entonces ella, sonriendo, me dijo:
-¿Y cómo podrían estar de acuerdo, Sócrates, en que es un gran dios aquellos que afirman que ni siquiera es un dios?
-¿Quiénes son ésos? -dije yo. -Uno eres tú -dijo- y otra yo. -¿Cómo explicas eso? -le replirqué yo. -Fácilmente -dijo ella-. Dime, ¿no afirmas que to dos los dioses son felices y bellos? ¿O te atreverías a afir­mar que algunos de entre los dioses no es bello y feliz? -¡Por Zeus!, yo no -dije.
-¿Y no llamas felices, precisamente, a los que poseen las cosas buenas y bellas?
Pero en relación con Eros al menos has reconocido que, por carecer de cosas buenas y bellas, desea precisamente eso mismo de que está falto.-Efectivamente.
-Lo he reconocido, en efecto.
-¿Entonces cómo podría ser dios el que no participa de lo bello y de lo bueno?
-De ninguna manera, según parece.
-¿Ves, pues -dijo ella-, que tampoco tú consideras dios a Eros?
-¿Qué puede ser, entonces, Eros? -dije yo-. ¿Un mortal?
-En absoluto. -¿Pues qué entonces?
-Como en los ejemplos anteriores -dijo-, algo in­termedio entre lo mortal y lo inmortal.
-Un gran demon, Sócrates. Pues también todo lo demónico está entre la divinidad y lo mortal.-¿Y qué es ello, Diotima?
-¿Y qué poder tiene? -dije yo.
Interpreta y comunica a los dioses las cosas de los hombres y a los hombres las de los dioes, súplicas y sacri­ficios de los unos y de los otros órdenes y recompensas por los sacrificios. Al estar en medio de unos y otros llena el espacio entre ambos, de suerte que el todo queda unido consigo mismo como un continuo . A través de él fun­ciona toda la adivinación y el arte de los sacerdotes relativa tanto a los sacrificios como a los ritos, ensalmos, toda clase de mántica y la magia. La divinidad no tiene contacto con el hombre, sino que es a través de este demon como se produce todo contacto y diálogo entre dioses y hombres, tanto como si están despiertos como si están durmiendo. Y así, el que es sabio en tales materias es un hombre demónico, mientras que el que lo es en cualquier otra cosa, ya sea en las artes o en los trabajos manuales, es un simple artesano. Estos démones, en efecto, son numerosos y de todas clases, y uno de ellos es también Eros.
-¿Y quién es su padre y su madre? -dije yo.
Es más largo -dijo- de contar, pero, con todo, te lo diré . Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y, entre otros, estaba también Poros, el hijo de Metis. Después que terminaron de comer, vino a men­digar Penía, como era de esperar en una ocasión festiva, y estaba cerca de la puerta. Mientras, Poros, embriagado de néctar -pues aún no había vino-, entró en el jardin de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. En­tonces Penía, maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acuesta a su lado y concibió a Eros. Por esta razón, precisamente, es Eros también acompañante y escudero de Afrodita, al ser en­gendrado en la fiesta del nacimiento de la diosa y al ser, a la vez, por naturaleza un amante de lo bello, dado que también Afrodita es bella. Siendo hijo, pues, de Poros y Penía, Eros se ha quedado con las siguientes característi­cas. En primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser deli­cado y bello, como cree la mayoría, es, más bien, duro y seco, descalzo y sin casa, duerne siempre en el suelo y descubierto, se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de acuerdo con la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, hábil cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del cono­cimiento a lo largo de toda su vida, un formidable mago, hechicero y sofista. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia. Pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa moles­ta: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a sí mismo que lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar.
-¿Quiénes son, Diotima, entonces -dije yo- los que aman la sabiduría, sino son ni los sabios ni los ignorantes?
-Hasta para un niño es ya evidente -dijo- que son los que están en medio de estos dos, entre los cuales estará también Eros . La sabiduría, en efecto, es una de las cosas más bellas y Eros es amor de lo bello, de modo que Eros es necesariamente amante de la sabiduría, y por ser amante de la sabiduría está, por tanto, en medio del. sabio y del ignorante. Y la causa de esto es también su nacimien­to, ya que es hijo de un padre sabio y rico en recursos y de una madre no sabia e indigente. Ésta es, pues, queri­do Sócrates, la naturaleza de este demon. Pero, en cuanto a lo que tú pensaste que era Eros, no hay nada sorpren­dente en ello. Tú creíste, según me parece deducirlo de lo que dices, que Eros era lo amado y no lo que ama. Por esta razón, me imagino, te parecía Eros totalmente bello, pues lo que es susceptible de ser amado es también lo verdade­ramente bello, delicado, -perfecto y digno de ser tenido por dichosso, mientras que lo que ama tiene un carácter dife­rente, tal como yo lo describí.”